Testimonio – Miriam

Voy a cumplir un año desde que empecé la terapia visual, dicen que nunca nos viene más tempestad de la que puede soportar nuestra vela…sin duda alguna, este año ha sido puro oleaje. Debo confesar que lo he navegado y sigo a flote gracias a las nuevas herramientas y recursos que se me han ido presentando en mi particular fragata vital. La terapia visual ha sido una mano firme imprescindible en mi timón, este año he afrontado pérdidas, duelos, cambios laborales, mudanza, obras, cáncer de mi hermano mayor, desestructuración familiar, etc. entre otras muchas cosas, desde “una mirada estable, limpia y llena de profundidad”*. Mirada para mí impensable e inaccesible unos meses para atrás.

Ha cambiado mi forma de ver y estar en el mundo, hoy he venido en bici a trabajar y vivo en Málaga (el carril bici cuando está, a menudo, está lleno de peatones y/o baches o bien brilla por su ausencia), es decir, que he tenido que ir alternando acera, carretera y carril bici, sorteando semáforos, tráfico, viandantes e inseguridades y miedos que aún se quieren montar en mi cesta, pero ya no les dejo aunque a veces se me salga la cadena.

Hace un año, no me sentía capaz de esta odisea ni por asomo, y ahora mi niña interior, la que fui y la que soy, da saltos de alegría por lo valiente que estamos siendo. Yo me siento muy orgullosa, la batalla contra el miedo a conducir la voy ganando, a la vez que voy apaciguando esa voz de “cuidado que te caes” por la de “adelante, que cada vez lo haces mejor”.

Yo crecí sin ver en tres dimensiones, pero ahora ya sé que no era torpe y que mis reflejos, equilibrio y percepción no tenían ningún problema, el no tener visión periférica ni sentido de la profundidad eran las causas de esa sintomatología que presentaba en forma de niña parada, que prefería estar sentada a salir corriendo, a montar en bici, patinar o jugar a la pelota. Me daba muchos golpes, contra puertas, armarios, y todo tipo de muebles no por despistada sino porque no calculaba bien su geo-localización, incluso un coche me atropelló cuando tenía unos 10 años, por supuesto, por el lado de mi ojo vago. Me regañaron durante años por no mirar al cruzar, cuando yo siempre he mirado…

La terapia visual no sólo me ha abierto los ojos a una visión periférica, en tres dimensiones y luminosa, llena de texturas, planos, profundidad y definición sino que ha ayudado mucho a mi autoestima, a mi seguridad en mi misma y me ha hecho enfrentarme a mis miedos a conducir empoderada, reconciliada conmigo misma y desde una perspectiva impensable hace poco más de un año.

La terapia visual para mí ha sido y es toda una revolución balsámica y sanadora, soy una mujer adulta que está viendo el mundo de otra manera más intensa y profunda por primera vez, por si esto ya no fuera lo suficientemente mágico, estoy curando y descargando de culpa a la niña que fui, recargándonos de amor, paz y alegría las dos.

Debo agradecerle a Berta, mi empática terapeuta, toda la dedicación, cariño y esfuerzo por entenderme y conectar conmigo y con mis ojos.

Gracias también a todas las personas que trabajan por mejorar la calidad de vida de otras, sea de la forma que sea.

Copyright © 2023 Centro de Terapia Visual Berta Entrambasaguas

error: Contenido protegido.